De madrugada y en penumbras, dos velas en
el fondo de la habitación plegaban nuestras sombras que se mezclaban en el
suelo bailando a la luz parpadeante de las llamas, que perdían su brillo en
ocasiones opacadas por una tenue luz de luna que se colaba a través de las
cortinas.
Musitaba yo ensimismado en pensamientos
distorsionados por miradas de pálidos semblantes, que a mis oídos y entre
murmullos me insitaban a dejarte. La espada de la esperanza que blandía mi
espíritu evitaba que los murmullos ingresaran a mis oídos y el sentimiento como
luciérnaga rutilante yacía aún dentro de mi corazón. Unos pasos diste hacia mí
y en tu mirada se perdía la mía y vagaba entre mundos jamás conocidos, y
llevado por tu mano volaba por entre los planetas, por entre el universo
infinito, volaba por entre dioses caídos y estrellas durmientes. Y me veía
feliz y te veía sonreir y mi interior se colmaba de ti.
Llegaste a mí, en medio de la habitación y
las cortinas impulsadas por el cierzo, de la noche moldearon tu figura
completamente, los deseos ahora se hicieron fantasías y perdidas en nuestras
mentes jugueteaban como niños, en el jardín de nuestras memorias. Agarré tu
cintura y te hice hacia mí pero los deseos como perdidos entre nuestras sombras
parecían no tener sintonía. Reacia tu mirada intentaba perder la mía y tus brazos
escondían la necesidad de los míos. Levanté los ojos y tu mirada me mostró el
vacío en donde me hundiría para jamás volver. El piso de parqué crujió debajo
de los pasos que dí para alejarme de ti.
Me sentí espantado...
La pintura hermosa que conocía ahora yacía
como un óleo carente de vida colgada sobre una pared de indiferencia.
Empecé a temblar y a caer en el abismo que
insondable, se tragaba los sentimientos que alguna vez sentimos. Intentaba
gritar pero el ruido de tus pensamientos opacaron todo intento de mis labios
exclamar alguna exhortación.
Me veías caer desde el suelo de la
habitación, hacia el abismo de tu indiferencia, y el gigante que me esperaba en
el fondo ya había empezado a tragar parte de mi alma. Cerré los ojos pero aún
seguías viendome y la esperanza empezaba a perder la batalla, y los murmullos
empezaron a hacerse susurros, y los susurros en declamaciones y las
declamaciones en razones. Las pasiones fueron reemplazadas por razones y las
miradas asesinas de amores, derrotaron a la esperanza.
Apoyado en el alféizar con la cabeza gacha
mirando la luz de la luna extender su fuego sobre la tierra, quemaba mi
interior y sentía arder cada latido de mi corazón.
Ya no deseaba verte más...
Tocaste mi hombro y sentí un pesado yunque
destrozar todo mi ser. Me senté en el suelo, sin proferir palabra alguna
mirando tus piernas y escuchando partirse el parqué con cada paso que dabas
para alejarte de mí, en tu prisa por salir de la habitación.
Allí me quedé y aún continúo mirando ese
suelo ansiando que tus pisadas retornen el sentimiento que alguna vez ingresó
por aquella puerta. Ansiando que los anhelos retornen exaltados, y que
paroxismos encuentren corazones que asaltar a la luz de estas velas.
Pero jamás llegas.
L.L
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