domingo, 1 de julio de 2012

El Hallazgo que me halló.


Saliendo de un devaneo surgido de entre muchedumbres contempladoras de sus necesidades, iba caminando pues y dirigiendo la mirada hacia el piso, pude ver algo... Naciente del cemento, como abandonado a su suerte… Oh criatura de madre perversa… Quién osaría a dejarte aquí sólo y expuesto a las tempestades de la naturaleza. Maldita aquella que abandona a hijo tan querido, lamento hacedor de verdades… Era un pequeño libro, que apenas y cabía en la palma de mi mano.
Lo abrí para revisarlo pero parecía estar totalmente en blanco, página tras página vacías, tan sólo llenas con extraordinarios sentimientos, incapaces al parecer de haber sido plasmados en sus hojas.

De pronto me vi allí de pie, en medio de la acera, mientras las demás personas pasaban a mí alrededor como fantasmas salidos de un cuadro de Munch. Sentí una gota de sudor frío deslizarse por mi mejilla derecha, pasmado por el hallazgo y mis piernas ahora inmóviles y sujetas al pavimento, como si clavos de desesperación hubieran fijado mi presencia allí... y sólo allí...

Sentí temor... Un miedo que junto a mi sangre ahora también circulaba por todo mi cuerpo y con cada latido de mi corazón la esperanza vaga que antes de este momento yacía en mi cabeza, ahora era sólo un viejo punto en el firmamento de mis memorias. Sentí temor... y los gusanos que se arrastraban junto a mí empujándose entre ellos en una marabunta insaciable de carroña, rodeaban mi alma solitaria… pero algo les impedía devorarme... Di vuelta a la última página del libro que me había enseñado la verdadera naturaleza del miedo. Horrido manual instructor de realidades, ladrón de autoestima, futuro de deidades.

En el margen inferior derecho puede leer algo que cambiaría mi modo de pensar para siempre:

"El karma de tu existencia, será la naturaleza de tus errores... desecha ahora este libro amigo, y sigue caminando".

L.L

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