Saliendo de un devaneo surgido de entre
muchedumbres contempladoras de sus necesidades, iba caminando pues y dirigiendo
la mirada hacia el piso, pude ver algo... Naciente del cemento, como abandonado
a su suerte… Oh criatura de madre perversa… Quién osaría a dejarte aquí sólo y
expuesto a las tempestades de la naturaleza. Maldita aquella que abandona a
hijo tan querido, lamento hacedor de verdades… Era un pequeño libro, que apenas
y cabía en la palma de mi mano.
Lo abrí para revisarlo pero parecía estar
totalmente en blanco, página tras página vacías, tan sólo llenas con
extraordinarios sentimientos, incapaces al parecer de haber sido plasmados en
sus hojas.
De pronto me vi allí de pie, en medio de la
acera, mientras las demás personas pasaban a mí alrededor como fantasmas
salidos de un cuadro de Munch. Sentí una gota de sudor frío deslizarse por mi
mejilla derecha, pasmado por el hallazgo y mis piernas ahora inmóviles y
sujetas al pavimento, como si clavos de desesperación hubieran fijado mi
presencia allí... y sólo allí...
Sentí temor... Un miedo que junto a mi sangre
ahora también circulaba por todo mi cuerpo y con cada latido de mi corazón la
esperanza vaga que antes de este momento yacía en mi cabeza, ahora era sólo un
viejo punto en el firmamento de mis memorias. Sentí temor... y los gusanos que
se arrastraban junto a mí empujándose entre ellos en una marabunta insaciable
de carroña, rodeaban mi alma solitaria… pero algo les impedía devorarme... Di
vuelta a la última página del libro que me había enseñado la verdadera
naturaleza del miedo. Horrido manual instructor de realidades, ladrón de
autoestima, futuro de deidades.
En el margen inferior derecho puede leer
algo que cambiaría mi modo de pensar para siempre:
"El karma de tu existencia, será la naturaleza de tus
errores... desecha ahora este libro amigo, y sigue caminando".
L.L
No hay comentarios:
Publicar un comentario